“Bajan los cubanos” gritaban; los silbatos y gritos aumentaban en la oscuridad de la noche; yo niño de seis años me asustaba. Para nosotros, en aquel entonces, los "cubanos" eran unos delincuentes que incursionaban en caravana asaltando lo que encontraban a su paso. Crecí con esa imagen de los cubanitos drogadictos que asolaban en los ochenta el pueblo joven donde vivía. Brian De Palma –si el director yanqui- se inspiró en ese mismo estereotipo de cubanito para popularizar aquel personaje de Caracortada que llega a Miami para fundar una poderosa mafia del narcotráfico.

La historia de los cubanos en Perú como la de los cubanos en Miami es la historia increíble de los marielitos que en los ochenta involucró nuestro país. El Perú estaba retornando a la democracia cuando en Cuba el primero de abril de 1980 seis cubanos -por exiliarse en la cada vez más férrea dictadura castrista- deciden estrellar un bus contra la embajada peruana. Se produce un tiroteo y en la balacera muere un militar castrista. Fidel acusa y exige que se entreguen a los asilados. La embajada peruana se niega. Con poco cálculo y nublado por un deseo de venganza, Castro decide retirar la milicia que protegía la embajada peruana previendo una muchedumbre aplastando a la pequeña delegación peruana que se resistía a cumplir el deseo castrista. Todo lo contrario, el tiro salió por la culata. Lejos de invadir y quemar la embajada, de seis se pasó a tener a más de diez mil asilados en apenas 48 horas. La relación entre Cuba y Perú se ponía tensa. Fidel rumiaba su furia y planeaba cómo superar el error cometido.

Muchos de aquellos asilados imaginaban su futuro en Perú. Averiguaban cómo era aquel país del sur de incas. Estaban dispuestos a buscar libertad y oportunidad en aquella tierra donde la dictadura ya estaba terminado. No obstante, la suerte de la mayoría de ellos estaba en el norte, Miami y no en el sur, Lima.

“Quien no tenga sangre revolucionaria; quien no tenga una mente que se adapte a la idea revolución… no los queremos, no los necesitamos...  quién se quiera ir, que se vaya”. Las puertas estaban abiertas para los enemigos de la revolución. Sería por el Puerto de Mariel y Cuba no pondría ningún barco. Con las reglas establecidas, cientos de barcos de todo calibre empezaron a surcar desde Cayo Hueso, Estados Unidos hacia el Puerto Mariel, Cuba. El éxodo duró seis meses, y alrededor de 125 mil cubanos lograron llegar a las costas de Florida. Al Perú llegarían alrededor de 800 cubanos que fueron ubicados por las arenas de Villa Salvador. Conocían la libertad pero con ella la extrema pobreza y la dura indiferencia.

El éxodo de los marielitos fue una pesadilla principalmente para Estados Unidos. Sumado al elevado número de cubanos que incrementó la mano de obra desempleada de Miami, los funcionarios gringos empezaron a registrar un incremento de actos delictivos. Además una pregunta flotaba entre todos: ¿Por qué Fidel dejó salir tan fácilmente a los cubanos de la isla? Pronto se encontró respuesta: Fidel había aprovechado para vaciar las cárceles y los manicomios de la isla. Junto con los refugiados iban decenas de miles de integrantes de lo más bajo de la sociedad cubana. El número de delincuentes filtrados entre los marielitos es aún una controversia. Sin embargo, el estereotipo de los marielitos como delincuentes caló fuerte en la historia. Ser llamado marielito fue estigmatizado. Muchos escondían revelar ser un marielito.

Es posible también que alguno de esos doscientos que finalmente se quedó en el país fue algún Toni Montana que llegó a Villa Salvador; algún delincuente que un astuto Fidel Castro soltó de alguna cárcel cubana para llegar al Perú; (¿o fue este país tan diferente y la pobreza tan desesperante que los arrojó a la delincuencia?).

¿Qué clase de sistema y gobierno perverso arroja a sus ciudadanos a abandonar su patria?; ¿Qué desesperación alimentó a cientos de cubanos a dejar la familia, la tierra, la historia; a cambiar ese cálido cielo celeste alegre de clima tropical por un arenal de cielo plomizo y triste con una humedad que tritura el hueso?; ¿Mejoró su condición?; ¿Es libertad aquella que te obliga a vivir estigmatizado y en pobreza?... 

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